Una flor de loto posee en sus hojas la particularidad que le permite al agua resbalarse, obligando a sus gotas a adoptar la forma esférica más perfecta posible, lo que hace que minimicen el contacto con la superficie y esta se lleve todas las impurezas que se encuentran en su paso.
También conocida como “efecto del loto”, tiene una arquitectura micro y nanoscópica muy compleja, que permite la minimización de la adherencia y con el desarrollo de la nanotecnología, ayuda que la cerámica rechace los líquidos con un mínimo contacto, creando gotitas esféricas sobre la superficie. Este efecto se consigue cuando el esmalte y la cerámica son tratados térmicamente a 1.280°C, logrando cerámica vítrea de alto brillo y respuesta hidrófoba.